Donde todo puede suceder


París es de una belleza que no se puede contar, el lugar donde todo lo imaginable se hace posible.

París vio la amistad (extraña) de Hem y Dos Passos, a García Márquez alumbrar sus ‘Cien años de soledad’, nacer la ‘Balada de la Cárcel de Reading’ y el expresionista ‘España, aparta de mí este cáliz’ mientras, pocos kilómetros al sur, España se desangraba.

Niños del mundo,
si cae España -digo, es un decir-
si cae
del cielo abajo su antebrazo que asen,
en cabestro, dos láminas terrestres;
…………………..

Si cae -digo, es un decir- si cae
España, de la tierra para abajo,
niños, ¡cómo vais a cesar de crecer!
…..

Niños,
hijos de los guerreros, entre tanto,
bajad la voz, que España está ahora mismo repartiendo
la energía entre el reino animal,
las florecillas, los cometas y los hombres.
………….

¡Bajad el aliento, y si
el antebrazo baja,
si las férulas suenan, si es la noche,
si el cielo cabe en dos limbos terrestres,
si hay ruido en el sonido de las puertas,
si tardo,
si no véis a nadie, si os asustan
los lápices sin punta, si la madre
España cae -digo, es un decir-
salid, niños del mundo; id a buscarla!

Contemporáneo del llanto de Vallejo, Picasso pintó en París el ‘Guernica’, entre otras cosas, y Modigliani, también en París pero pocos años antes, sus celebérrimos rostros de ojos acuáticos.

Y Toulusse Lautrec, las bailarinas inmortales del ‘Molino Rojo’.

Y Degas, las de la Ópera (sí, la Ópera del Fantasma, de Gaston Leroux).


Amadeo Modigliani, Pablito Ruiz y el escritor y crítico de arte André Salmon hacia el año diez-doce del
pasado siglo. Salmon fue el primero en hablar de un cuadro que Ruiz Picasso guardaba en su estudio sin
saber muy bien que hacer con él.
Lo titulaba, no sin ironía, ‘Les senyoretes del carrer Avinyó, de Barcelona’
y Salmon -que no sabía español y, mucho menos, catalán- lo llamó ‘Les  demoiselles d’Avignon’ y se quedó tan
ancho. Lo que vino después es historia.

En París, patria de todos los exilios, alumbró Hugo su jorobado, gran exiliado de la vida, allá, en las torres de Nuestra Señora. Y otro exiliado, Joseph Roth, su ‘Leyenda del Santo Bebedor’ en los muelles del Sena antes de matarse ante la perpectiva de los nazis violando con sus botazas los sagrados adoquines de la ciudad luz: los mismos adoquines que ventitipocos años después, bien chafados ya por las cadenas de los ‘panzer’, desenterrarían juntos los hijos de la postguerra, alemanes y franceses. Buscaban la playa, la puta playa sin arena y sin nada, pero sólo era una leyenda. Bajo los adoquines no había nada. Que se lo digan, sino, a Jim Morrison que duerme el sueño eterno a pocos metros de Oscar Wilde, en el cementerio de Père Lachaise.

Père Lachaise quedaba muy a mano del Blvd Richard Lenoir. Hélène lo conocía bien y me llevó una tarde, caminando bajo las acacias (¿o eran plátanos?) del Blvd Voltaire. En Père Lachaise vi, no sin emoción, la tumba de Modigliani y de su malhadado amor, Jeanne Hébuterne, quién a las pocas horas de morir él, y aun estando embarazada de varios meses, se arrojó por una ventana.


Tumba de Modigliani y la Hébuterne en Père Lachaise

París ha albergado, paradojas de la fama, a todos los pobres, deseperados y abandonados de la Tierra. Bajo el puente del metro de Bir Hakeim, en la línea 6, gritó Marlon Brando, transformado en el náufrago Paul, una espantosa blasfemia -la que abre ‘Last tango in Paris’– y antes de morir triste y sola en un coche aparcado a dos patadas de allí, en Passy, Jean Seberg subió y bajó los Campos Elíseos vendiendo el ‘Herald Tribune’ en ‘A bout de souffle’, lo mismo que los soldados nazis de ocupación en el emocionante plano de apertura de ‘El ejército de las sombras’, del injustamente olvidado Jean Pierre Melville (sólo que sin vender el ‘Herald Tribune’).


Le pont de Bir Hakeim, ligne six, entre les stations de Passy y Bir Hakeim (Oh, la la, qu´il est facil le français, quoi! N´est pas mon vieux?)


Marlon Brando y Maria Schneider atraviesan el puente de Bir Hakeim en la secuencia de
apertura de
‘El Último Tango en París’ (B Bertolucci, 1972) cuando sus personajes ni
siquiera se conocen.


Catherine Demongeot y Philippe Noiret pasean por el mismo lugar en ‘Zazie dans
le métro’
(Louis Malle, 1960).

París albergó, incluso, al pobre James Joyce con su manuscrito loco -que nadie entendía- así como a su numerosa y sufriente familia hasta que otro loco, esta vez loca, pilló el manuscrito, lo editó (nadie sabe como, porque era ininteligible, dicen), lo publicó y creó dos leyendas: la del ‘Ulises’ y la suya propia, la de Shakespeare y compañía, que dura todavía (aunque falseada, según algunos puristas).


Joyce y su editora en la antigua Shakespeare & Co


Una placa recuerda hoy en la calle del Odeón el sitio donde sucedió todo (debo decir que jamás he leído el ‘Ulises’y que los cuatro chascarrillos que sé, me los han relatado dos apasionados del día del salchichón mañanero y la peregrinación ritual por Dublín. Gente un tanto freak bienhumorada y excelente lectora que es el mejor calificativo
que puedo adjudicar a nadie: jamás, pero jamás, me ha decepcionado uno de estos seres -los ‘lectores’- con salidas miserables. Gente rara e imprevisible, pero fiable…  Bueno, razonablemente, no nos pongamos estupendos.

Las librerías de París darían, probablemente, para un libro porque están llenas de leyenda. La de Maspero -La Joie de Lire, La Alegría de Leer, toda una declaración de intenciones- con editorial propia detrás, no podía eludirse. François Maspero era un tipo con pelotas de acero que en los sesenta se había hecho célebre por su oposición encarnizada y activa a la guerra de Argelia, lo que le costó serios disgustos (incluso físicos). Entre otras hazañas ‘menores’ suyas están las relacionadas con España, como su ayuda incondicional a la gente de Ruedo Ibérico y, ya recientemente, su traducción al francés de Arturo Pérez-Reverte (‘Un día de cólera’, entre otros títulos).



Esto es para los de ‘capitan-alatriste.com’. Traducciones de Reverte firmadas por
François Maspero. ¡Menudo lujazo! Un abrazo, majos.

En La Joie de Lire adquirí el libro del pedagogo AS Neill. Los hippies y los revoltosos de mayo habían convertido a Neill en un gurú que, fatalmente entendido e interpretado -a mi juicio- ha sido la base de tanta tontería educativa, libre y abierta como se ha padecido en los últimos años. Editado por la editorial del propio Maspero, el libro recogía la experiencia de Neill en su escuela libre de Summerhill.

A mí, viniendo como venía de la España de garrotazo y tentetieso, lo que contaba aquel fulano, Neill, del que oía hablar por primera vez, me pareció pura SF. Pero su libro, naturalmente, me entusiasmó.

Releyendo aquel viejo libro -que aun conservo lleno de subrayados y anotaciones que delatan a un joven iluso e insensato- descubro esta frase de AS Neill que hoy, mil años después, se me antoja casi una revelación. ‘L´enfant gâté (…) est le produit d´une societé gâtée’. El verbo ‘gâter’ tiene numerosas acepciones y ninguna traducción ‘buena’ al español. Desde ‘maleducar’ hasta ‘arruinar’ pasando por ‘mimar’ o ‘consentir’ e, incluso, ‘contemplar’ (arrobado) o ‘adorar’. Así que podemos traducir ‘El niño maleducado es el producto de una sociedad maleducada’. O también  ‘El niño consentido es el producto de una sociedad consentida’. Aunque la mejor, para mí, sería  ‘El niño mimado es el producto de una sociedad mimada’. Y a la vista de tanto niño ‘problemático’ cuyo único problema es que en su momento papá no le dió una galleta a tiempo (al margen de los verdaderos niños  con alguna verdadera patología, que también los hay) me pregunto si no estaré viviendo en una sociedad mimada, maleducada y consentida. Todo a la vez. Por ella misma, claro. Una sociedad, en resumidas cuentas, ‘encantada de haberse conocido’. Aparte la esperanza de que el pedagogo británico no estuviese en lo cierto, me queda también la de que la lengua inglésa original mejore la cosa y de que el francés ‘gâter’ sea la elección del traductor para un verbo anglosajón con alguna alternativa española más suave que las que permite el durísimo y contundente ‘gâter’ gabacho.


Taller de cuentos en español para niños de tres a seis años que ya hablan español o quieren aprenderlo. En la nueva
dirección de la calle Littré y llevada por los hijos -parisinos- de Soriano. Si alguna vez vais a París, no dejéis de
pasaros por allí. Aunque sólo sea como peregrinación y homenaje a la memoria de la larga tradición de exiliados
y emigrantes españoles en Francia y en París. Que ojalá no vuelva jamás, las cosas claras.


En la Librería Española estaba todavía el mítico Antonio Soriano, del que la leyenda contaba que había sido soldado del Ejército Español (leal) entre 1936 y 1939 y que calzando todavía botas militares habría fundado su librería sin otro capital que una maleta de libros editados en España en el período de la II República, maleta que habría salvado milagrosamente durante la retirada de Cataluña. Con semejante equipaje (que, dadas las circunstancias, bien puede calificarse de exótico) habría cruzado Le Perthus a pie y atravesado Francia huyendo de los nazis. Una historia de cine.

Su librería se localizaba -como todo- en el Bº Latino, Blvd St Germain arriba, y tenía el 27 completo publicado por la bendita Editorial Losada, de Buenos Aires, en su ‘biblioteca clásica y contemporánea’  que hoy para mí es mítica. Allí estaba Lorca sin restricciones (‘tienen, por eso no lloran, de plomo las calaveras…’) acompañado de Miguel Hernández (‘no puedo olvidar que no tengo alas, que no tengo mar, vereda ni nada con que irte a besar’), Alberti y su legendario ‘Burro Explosivo’ con la (formidable)’Tabla de dicterios para cantarle a Franco en las escuelas’ (dos por nueve, chiquitísimo, dos por diez, generalísimo), la tierna, equívoca y erótica ‘Historia del Corazón’, de Vicente Aleixandre (futuro Premio Nobel de Literatura) y, como no, la ‘Antología Rota’ de León Felipe Camino Galicia (‘Franco, tuya es la hacienda, la casa, el caballo y la pistola. Mía es la voz antigua de la tierra’). Y, bueno, el recio y lírico comunista vasco Blas de Otero (‘árboles abolidos, volveréis a brillar’). Como punto de encuentro entre españoles, allí era fácil oír hablar español, que te identificaran como tal aunque no abrieses la boca y que acabaras rodeado de españoles, relacionándote con españoles y, en fin, hablando español. Entré como quien entra en una iglesia, mareé lo indecible, localicé la ‘Historia de España’, de Pierre Vilar, que editaban ellos, y salí huyendo con ella y con los poetas porque me había jurado huir de los españoles como de la peste.

Aun así, no pude reprimir el morbo de visitar también la librería de las míticas Editions Ruedo Ibérico. Si de verdad querías aventura y ‘libros prohibidos’, tú sitio era ése. Una editorial francesa (con librería propia) sólo que creada y llevada por españoles con un único y entrañable objetivo: joder al Caudillo. Para ello publicaban en español todos los libros rigurosamente prohibidos por Franco y su gentecilla y que se distribuían en España ‘bajo mano’, así como en algunas librerías escogidas del centro de París (como Maspero o la Librería Española) y, por supuesto, a lo largo y ancho de todas las ciudades y pueblos del sur francés cercano al Pirineo y a la frontera con España. Ruedo Ibérico abría su propia librería al público en pleno Bº Latino, detrás de La Sorbona, y entre sus méritos innegables se encontraban la primera edición absoluta del Ian Gibson sobre Lorca (y su, entonces, misteriosa muerte) y del que yo tengo una edición muy ampliada (tanto que ya es una completa biografía del poeta) publicada ¡por el diario ABC! (anda y que no ha cambiado España) y la ya entonces celebérrima ‘Guerra Civil Española’, de Hugh Thomas, todo un best seller clandestino en la entrañable España de la época.

Allí si que entré como en una iglesia, abrumado por el peso de una leyenda consolidada por el éxito sin paliativos del libro de Thomas. Me llevé el anónimo ‘Pequeño Libro Pardo del General’, una aproximación a la personalidad de Franco en función de las obsesiones que revelan sus discursos. Con los años, aquel libro ha terminado siendo un pequeño clásico, ‘Los demonios familiares de Franco’, de Manuel Vázquez Montalbán.

En fin, qué había entonces muy buenos motivos para peregrinar a París, cosmopolo loco, punto de encuentro, capital mundial del turismo (con permiso de Roma), centro de la Tierra, eje espiritual de Europa (que es como decir del Universo) y entonces uno de los pocos lugares del planeta (con Nueva York, Londres y, quizá, Roma) donde era posible vivir la Humanidad entera en menos de 100 kilómetros cuadrados. Y es que París, en el fondo, era y sigue siendo sólo una leyenda, una meca, un destino (o un desatino, más bien) de esos que cada cual lleva en la cabeza y que existe exclusivamente en una esquina del alma.

Ya, sí, claro, una tontería, pero ¿quién sobreviviría sin esas tonterías, sin esas absurdas leyendas personales, apasionadas, carentes del más mínimo sentido y que aguantan resguardadas en los pequeños y recónditos recovecos del alma?

Nadie, no sobreviviría nadie. Porque el objetivo de todas esas pequeñas leyendas es precisamente ése.

Sobrevivir. 

 

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7 respuestas a Donde todo puede suceder

  1. Lenka dijo:

    Lo grande de París es que lo tiene todo. Pida lo que quiera: lo hay. Será por eso que es el lugar donde todo puede suceder. No tenía yo más de ocho o nueve años cuando el chiflado del bombero macrobiótico (buen amigo de mis padres) me regaló un libro titulado "Hijos en libertad", de un tal Neill, en el que se relataban algunas experiencias de un colegio llamado Summerhill y se recopilaban "consultas de padres preocupados" respondidas por el pedagogo. Ya se imagina. Mi niño dice trolas tremendas, mi niña se toca, mi sobrinito dice tacos. Recuerdo que yo me lo leía ávidamente, flipando en colorines, sin entender ni la mitad (fijo) pero calculando a ojo el abismo que separaba aquel cole del mío (lleno de monjas). El bombero siempre se ha empeñado en adoctrinarnos a mi hermano y a mí. Por eso nos regalaba libros rarísimos. Podía tocarte el de Summerhill, el de himnos anarquistas o uno sobre la batalla del Ebro. Que tuviéramos ocho años le importaba un pijo. Había que ir aprendiendo. Y, eso sí, todos envueltos siempre en papel de periódico. Mariconadas las justas. Y no iba a ser el macrobiótico vegano (el que nos ponía a parir si nos pillaba con una gominola en la mano) el que contribuyera a la tala del Amazonas. Creo que fue la primera persona a la que vi reciclando. Todo un visionario, el bombero!!! No creo que diga usted ninguna tontería. Ya lo hablábamos en otra ocasión. París es más una idea que una ciudad. O también. O además. París es algo que uno lleva en la cabeza y que, a saber cómo y por qué, nunca es como se esperaba pero siempre es exactamente lo que esperaba. Ya ve que a desvaríos no me gana nadie.

  2. Siana dijo:

    Francia parece de verdad la tierra de la libertad. Ni EEUU, ni leches. Francia. Paris, concretamente. Ya tenía un cierto áurea para mí todo aquello, recordando cómo mi tía la afrancesada hablaba de sus años en Paris. Y cómo le cambiaron la vida. Luego el arte, el cine…contribuyen a ello. Y lo que usted y Lenka dicen lo confirma. Una leyenda, una meca, un destino. Una idea. Muy interesante lo de la biografía ampliada de Lorca por Gibson, por ABC nada menos!. Esa librería española sigue existiendo. Cuando vaya a Paris (objetivo 2010) la visitaré. Debe haber unas librerías por ahí de ensueño. No he leído nada de Neill, pero tomo nota. Preciosa la última foto. Gracias por esta entrada, Bowman.

  3. Trinidad dijo:

    Me encantó esta entrada. ¡Gracias por esas portadas…! 😀

  4. Sonia dijo:

    "Gente rara de cojones" Vaya por Dios hombre. Me habían llamado de todo (y muchas veces), pero rara de cojones, creo que no ¿o sí?En otro orden de cosas, me encantan estas últimas entradas suyas señor Bowman. Como ya dije en otra ocasión, está usted despertando mi curiosidad, vamos, que es que ya me corroe, por darme un paseo por Paris. No creo que pase de este año.Si a eso unimos la cantidad de autores que estoy añadiendo a mi lista de no leídos, o de autores ya leídos, pero de los que aún me quedan obras por descubrir…. pues eso, que este va a ser un año muy entretenido gracias a usted. La biografía ampliada de Lorca de Ian Gibson, la conozco, de hecho he tenido el gusto de oir al Sr. Gibson personalmente hablar de este libro en la presentación de "Ligero de Equipaje", la biografía (o algo así) que escribió hace un par de años de Antonio Machado. Pero es que no sé porqué, Lorca nunca me ha llamado la atención, por eso es una obra con la que no he podido/querido meterme. No me gustó especialmente La Casa de Bernarda Alba, no me gusta especialmente el Romancero Gitano…., no sé, a veces tengo la sensación de ser, pues sí, ahí hemos llegado finalmente "rara de cojones", porque no acabo de encontrarle el punto al poeta por excelencia según la mayoría de los españoles (de los españoles que leen, claro, lo cual reduce ostensiblemente el número).Aquí quedo, a la espera de que siga usted su aventura parisina. Creo que voy a ir desenpolvando mi diccionario de Francés. Agur.Remolina

  5. Udeis dijo:

    Ciao Bowman!Reconozco que yo tampoco he leído el Ulysses (vaya dos que estamos hechos con estos seudónimos, eh?), pero sé que está basado en la Odisea y, al igual que Odiseo (Ulises, Udéis, o por qué no también David Bowman), mi vida también está marcada por los viajes, tú lo sabes bien.Cuando estuve viviendo en Dublín visité el "James Joyce Centre" y tuve en mis manos un ejemplar del libro, largo y sin pausas, y me informé acerca del escritor. Más tarde viajé a Trieste e Istria (ciudades en las cuales vivió el autor) y tengo que decir que merecen la pena ser visitadas.Me apetece que uno de mis próximos destinos sea París. Ya la vi con los ojos de Arturo Pérez-Reverte en "El Club Dumas", ahora la estoy viendo con los tuyos, me gusta cómo la describes y, aunque hoy en día no será la misma ciudad de la que hablas en tu blog, me encantaría descubrir los cambios que ha sufrido a lo largo de los años. Espero que no me defraude!!Sigue escribiendo que me intriga saber qué sucederá ahora que la chica de pezones de fresa ha cortado con el franchute :PUdéis

  6. koora dijo:

    Hola Bow!!! Te felicito por esta entrada. Hace días que la leí de principio a fín y me ha parecido magistral como esas clases de universidad en las que no te arrepentías de haberte matrículado. Ahora estoy tan ocupada de salir del primer escalón en la pirámide de Maslow que no tengo el suficiente tiempo para sacarle todo el jugo que se merece pero lo haré en cuanto pueda.Por cierto no he visitado ese cementerio en el que está como bien dices ese poeta musical que fue Jim Morrison. Ahí su -Light Mi Fire- http://www.youtube.com/watch?v=M_yWyBjDEaUSabes que sería inciertoSabes que yo sería un mentirosoSi te dijeraChica, no podemos subir másVenga baby, enciende mi fuegoVenga baby, enciende mi fuegoIntenta incendiar la noche.El momento de dudar ha pasado.No es tiempo de revolcarse en el barro.Inténtalo, ahora sólo podemos perder.Y nuestro amor se convierte en una pira funeraria.Venga baby, enciende mi fuegoVenga baby, enciende mi fuegoIntenta incendiar la noche

  7. Ambrosio dijo:

    Gracias. Muchas, muchas gracias por vuestra atención.Estoy abrumado.

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