El retrato de Dorian Gray de Mick Jagger

Cuando llegué a Paris, los The Rolling Stones y Bob Dylan ya existían. No sólo existían: eran ya los Rolling Stones y Bob Dylan.

Dos monumentos vivientes.

Alguien habrá que cuando digo lo de ‘monumentos’ piense que exagero. Y no. Si hay algún artista planetario, esos son Rolling y Dylan. Y si hay alguno que pueda representar la convulsa segunda mitad del siglo XX -Beatles aparte- son ellos.

Luego están John Wayne y, quizá, la pintura de Miró. Y se me acaban los iconos globales.

Los Beatles, más que ‘monumento’, son un monstruo, un fenómeno incontrolable al que bastaron siete años para marcar la pauta, desaparecer y -aun así- llenarlo todo durante años. Los Rolling y Dylan, en cambio, representan cuarenta añazos de presencia física y de producción constante. Y si lo dudo, sólo tengo que echar la vista atrás para verme de pantalón corto y leyendo tebeos mientras mis padres bailan por el pasillo de casa.

I can’t get no
satisfaction
I can’t get no
satisfaction

Cada vez que vuelvo a oír los viejos compases, mi madre vuelve a volar ingrávida -mucho más joven de lo que yo mismo soy ahora- y a enseñarme fugazmente las bragas al rebotar divertida en los brazos de mi padre, un treintañero que vuelve de nuevo a ponerla en el aire y a enviarla a tocar con los pies el techo enfundada en un vestido de colores.

I can’t get no,
    oh no, no, no
Hey, hey, hey,
    that’s what I say

Muchos años después, ya mayor, mi padre me explicaría que tampoco es que le gustasen especialmente (él era más jazzero) pero como no estaba nada satisfecho, lo mismo que aquellos ‘melenudos’ que representaban la espuma de la peste para la casta bienpensante del solar patrio, se arrojó encantado en sus brazos. ‘Corrí a comprarme el ‘Satisfaction’ después de leer algo terrible en el ‘ABC’. Algo tendrían tan simpáticos fantoches para que los curas y los señores del Movimiento los reprobasen ostentosamente. De momento, eran espontáneos (que no es poco).

Mi padre no debía ser el único en pensar así. Mientras Jim Lowell y sus dos compañeros luchaban a 200.000 kms del planeta por hacerse con el control del módulo de mando del ‘Apollo XIII’, yo subía a clase desde el patio del instituto tarareando los compases del ‘Brown Sugar’. Azúcar moreno, i supose.

Y no es que tuviese un ‘walkman’ o que la canción me viniese espontáneamente a los labios.

No.

Entonces no había walkmans porque aun no se habían inventado. Por no haber, yo creo que ni casetes, así a pelo, había.

‘Brown Sugar’ sonaba por los altavoces del patio para anunciar el fin del ‘recre’ e invitarnos a volver a clase, función que tradicionalmente cumplían los compases del ‘Cara al Sol’. Aun hoy me pregunto por la mente diabólica que con absoluta intención, sin ninguna duda, hacía sonar a toda leche y por todo el cole a sus Satánicas Majestades en vez de los rancios, tristes, sobrios y hasta melifluos cantos e himnos habituales

Entre los Stones ya faltaba entonces Brian Jones, el primero en despedirse y cuyo fallecimiento, en circunstancias particularmente desagradables, fue en su día dramatizado por la prensa y utilizado para demonizar aun más a aquellos showmans relajados y felices. Lo sustituyó un mocito que duró tres días y que aun puede verse en las viejas imágenes de finales de los sesenta y primeros setenta. Después apareció Ron Wood.


Brian Jones, Bill Wyman, Charlie Watts, Mick Jagger y Keith Richards en 1964

Bill Wyman, otro de los cinco originales, duraría hasta que en los noventa decidió jubilarse. Yo aun llegué a verlo bajo la lluvia y un fenomenal despliegue de rayos y truenos en el estadio Vicente Calderón, en Madrid, en los primeros ochenta. Para tan memorable ocasión, naturalmente, le saqué una entrada a mi padre, que entonces tendría la edad que tengo yo ahora y que bajo el sol de julio sólo aguantó una hora en la cola de jovencitos sudados y gritones que esperaban acceder al estadio. ‘Si sigo aquí cinco minutos más, me moriré’. Y se marchó. Antes, yo busqué una cabina (no había móviles), y llamé a una chavala que conocía. Después del concierto, empapados de lluvia y entusiasmo, seguimos toda la noche, volvimos a vernos más veces y me acabé casando con ella.

Conclusión: no invites a chicas a los conciertos de los Rolling Stones.

De los cinco ‘rolling’ originales, en el grupo quedan todavía, aparte Jagger, el salvaje Keith Richards y el caballero Charlie Watts, que nunca se ha mostrado particularmente orgulloso de ser un ‘stone’. ‘Eso sí’, ha dicho alguna vez, ‘este circo ha sido una buena manera de ganarse la vida’. El legendario batería, cuya afición al jazz clásico es bien conocida, envidia la suerte de Elvin Jones, el percusionista de ’El Cuarteto’ de John Coltrane en los primeros sesenta. Genio y figura: ni siquiera un ‘rolling stone’ original, después de marcar la segunda mitad del siglo XX, tiene por qué estar satisfecho. Oh no, no, no: no satisfaction.

Por mi parte, me he convertido un tastarra gordo, feo y viejo que las noches de sábado aguarda angustiado a que los hijos de aquella chavala que invitó al primer concierto español de los Rolling, un año después del 23F, vuelvan enteros a casa. Jagger, mientras tanto, sigue dando saltitos por los escenarios. Y me digo que en lo que me he convertido es en el retrato de Dorian Gray de Mick Jagger.

Como señalaba en mi post anterior, la capacidad del tiempo como contenedor es tremenda. Bastante más tremenda que mi pobre capacidad para procesar adecuadamente su contenido. De hecho, me moriré sin conseguirlo. Cuando eso suceda, Mick Jagger envejecerá repentinamente allí donde se encuentre, se desintegrará convertido en polvo de estrella y pasará a ser una sombra lo mismo que yo.

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4 respuestas a El retrato de Dorian Gray de Mick Jagger

  1. Lenka dijo:

    Una vez, una única y puñetera vez me tocó algo en esta vida gracias al puro azar. Y fueron dos entradas para los Rolling. Y yo, que tenía quince años entonces, andaba muerta de asco y aburrimiento en un pueblecito leonés, sin enterarme de nada. Incomunicada. Mi nombre salió en los periódicos formando parte de la lista de agraciados. Algunas de mis amigas lo vieron, pero no tenían forma de avisarme. No había móviles, y la casa de veraneo no tenía teléfono. Con la inocencia de aquella edad llegaron a creer que me había enterado por ciencia infusa, y tuvieron el poco tacto de preguntarme en septiembre (con la vuelta al instituto) qué tal lo había pasado viendo a Jagger y compañía. Ojalá nunca me hubiera enterado de mi… suerte. Ni siquiera recordaba haber participado en el dichoso sorteo, yo, que nunca he ganado nada. Sólo espero que alguien pudiera disfrutar de aquellas entradas. Algún currante del burguer en el que introduje mi papeleta sin la menor fe. La verdad es que me habría encantado ir (cualquiera de mis viejos habría estado encantado de acompañarme) y asistir a semejante evento, uno de los últimos conciertos míticos que ha vivido mi ciudad, esa que, antiguamente, tenía fama de currarse el tema mucho trayendo a peña como los propios Stones, la Tinona, Bruce, Los Dire, B.B. King… y que ahora es un asco absoluto de singermornings exceptuando algunas joyitas como Morrisson, R.E.M., o el abuelo McCartney.

  2. Ambrosio dijo:

    Eso sí que es mala pata. Ya lo siento, ya.

  3. Siana dijo:

    Vaya Lenka. Jodó, también es mala pata. Pero estos volverán, ya lo verás. La primera vez que fui a ver a los Rolling pensé “estás a punto de ver algo irrepetible, probablemente será la última vez que actúen”. Fue en el estadio olímpico del Montjuïc y recuerdo que la gira se llamó Bridges to Babylon, y cantaban aquello de “you’ll never make a Saint of me!” No podía creer lo que estaba viendo.. Sus majestades satánicas haciendo vibrar a todo el mundo y Jagger pegando brincos sin parar. Incluso recuerdo que en medio del espectáculo a unas mozas que había cerca del escenario en un acto espontáneo les dio por quitarse la samarretas y bailar en topless. Locura colectiva. Tienen una marcha salvaje estos muchachos. Un tiempo después ese concierto vino otro, cuando ya pensaba que no era posible. Seguían incombustibles. Y luego tenía que venir un tercero, que fue interrumpido porque a Richards le dio por subirse a un cocotero y se cayó del árbol. Respecto los Beatles, qué puedo decir. En fin. Que lo inventaron todo, fueron unos revolucionarios. Hace muy poco fue por cierto el 40 aniversario de la foto de Abbey Road…cuando McCartney se vino por aquí aproveché para verle y fue algo grande también porque recordó algunas de sus grandes composiciones con los Beatles…Y sobre Elvin, que también tuve la suerte de verle en el que debió ser uno de sus últimos conciertos, recuerdo su grandeza. Le llevaron prácticamente en brazos hasta la batería de lo mayor y enfermo que estaba…pero luego fue la transformación!! y casi estuvo tres horas tocando sin parar, como poseído, en éxtasis. Fue algo increíble. Hizo salir a Chick Corea -estaba entre el público- al escenario a improvisar a una pieza. Gracias por el post, Comandante. Joder, no tiene desperdicio. Brown Sugar es mi favorita, por cierto!

  4. Lenka dijo:

    Mala suerte ya os digo yo que tengo una poca. Cada vez que ha venido alguno de los míticos, o alguno de mis míticos, o bien era demasiado joven y mis viejos pasaban de ir (como en el concierto de U2 de mis doce años por el que aún lloriqueo), o bien no tenía pasta (como con Sir Paul y con tantos otros) o bien estaba en el quinto pino incomunicada. Con todo y con eso también he asistido a algunos conciertos brutales, o que me lo han parecido. El amigo Van, que pone un contador en el escenario (lo juro, se ve) y no canta ni un segundo de más, el tío borde. Pero es Van y lleva una banda brutalísima que compensa su bordería dándolo todo (y llevándose casi más aplausos que él). O Silvio, que me hacía una ilu del copón. O el Bowie, que me pilló también con once o doce años y a ese sí quiso ir mi viejo (y me quedé pasmá, porque lo único que sabía yo de aquel nota entonces era que ejercía de Rey de los Goblins). Y es que soy de esas almas agradecidas que llora oyendo en vivo el Carmina Burana interpretada por un coro vasco en un teatro de provincias, así que calculad si al final consigo ver a alguno más de mis grandes!

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